Por: Andrea Marcela Torres
Plantear una
tesis alrededor de un mundo (un film), formado por sonidos e imágenes que
contiene una serie de elementos internos que a su vez contienen otros más, y
desarrollarla con palabras, es algo complicado. Sin embargo acudir a la
imaginación es algo que da un buen resultado ya que nos permite visualizar lo
que se plantea en dicha tesis y armar en nuestras mentes un bosquejo de dicho
mundo.
Más que
describir imágenes acudo a lanzar frases sueltas relacionadas a una película
que alude al color y a la música, haciendo uso de la ausencia de los mismos. Me
refiero al primer largometraje del alemán Veit Helmer, “Tuvalu” (1999).
Para pensar en
ésta película sin ser vista previamente, pido al lector que piense en la forma
como sueña, que se imagine la forma como sueñan los demás ¿todos soñamos del
mismo modo?
Y es que esta
película tiene muchos elementos oníricos que pasan y hacen referencia a
distintos puntos y exponentes de la historia del arte. Sin embargo antes de
nombrar estos puntos, es necesario tener una idea de los personajes y del
contexto en el que se desenvuelve.
Tuvalú narra la
historia de Anton, un joven algo torpe que está encargado de un balneario en
pésimas condiciones, de quien su padre es dueño. Este anciano a pesar de estar
ciego piensa tener el control del lugar debido a que Anton y Martha (una mujer
que trabaja en el balneario) a través de sonidos le hacen creer que al
balneario llegan varios clientes y que funciona perfectamente. Por otro lado,
el hermano de Anton, Gregor, quiere destruir el viejo edificio por intereses
monetarios. A esta historia llega Eva, de quien Anton se enamora y quien tiene
un papel ambigüo, ya que se mueve entre sus propios intereses, los mal
intencionados de Gregor, y los inocentes de Anton. Eva desea llegar a una isla
llamada Tuvalu y debido a esto buscará la forma de lograrlo sin importar sobre
quien deba pasar.
Ahora,
asociando esta película al tema de lo onírico, tenemos por un lado y de
manera contradictoria el uso del color, que es un homenaje a las películas en
blanco y negro. Este film maneja varios colores, pero con la particularidad de
que la cinta en que se grabó fue tinturada con tonos sepia, azul y magenta y
cada escena tiene el color del celuloide de acuerdo a los espacios en los que
se desenvuelve la historia. Es decir, en interiores se maneja un color y en
exteriores otro. Cuando hay relación con el agua el color es azul, y cuando hay
relación con las máquinas el color es sepia.
Por otro lado
hay influencias y alusiones al expresionismo alemán, al momento de trabajar los
decorados y al momento de trabajar el color, como forma subjetiva para narrar o
hacer alusión a las situaciones en las que se desenvuelve la diégesis.
Esta película
tiene una escenografía algo rústica que sirve de apoyo narrativo para contar la
historia de los personajes y las circunstancias en que estos se encuentran: el
balneario viejo, los techos con goteras, la construcción llena de grietas. Sin
embargo vemos como estos elementos terminan convirtiéndose en alusiones a
la belleza y a la vida.
Los techos
agrietados y llenos de goteras se convierten en un espectáculo de sombrillas,
agua e indigentes. Es una metáfora de como lo que no deseamos ver, lo que el
sistema aisla, los indigentes, los pobres, están en la base de las sociedades,
de alguna u otra forma tapando los huecos, los vacíos a los que el resto de
personas ignoramos pero de los cuales nos quejamos sin reparar en soluciones.
Lo mismo sucede con una pared resquebrajada que termina siendo enmarcada
y convertida en un bello cuadro para pasar desapercibida. Y que es esta
película, desde otro punto de vista, es también una celebración de la estética
a la que no estamos acostumbrados. Tal vez esa estética de la que nos habla
Umberto Eco en su “Historia de la fealdad”1, o Susan
Sontag en sus “Notas sobre lo camp”2, una
belleza en la que lo exagerado, lo torcido, lo que siempre ha sido subestimado
cobra una importancia y es visto y celebrado con otros ojos que antes
minimizaban o señalaban como feo.
En cuanto al
expresionismo alemán y la relación con lo onírico, vemos desde un lenguaje
audiovisual, el uso de planos Holandeses o desencuadres. Si lector hizo el
ejercicio de pensar en las imágenes que tenemos al momento de soñar, encontrará
que muchas de estas parecen estar inclinadas, desordenadas, como si no tuvieran
relación con la lógica de la vida real. Como si todo el tiempo viéramos con la
cabeza ladeada de manera exagerada hacia un extremo de nuestro cuerpo. Este
plano, es utilizado precisamente para dar la sensación de que algo no está bien
o que no está acorde a una lógica o una línea que se venía trabajando.
Una de
las ocasiones en la que encontramos este plano, es después de una secuencia en
la que Eva nada bajo el agua, mientras juega con su pez dorado, y la pecera en
la que éste vive. Al momento de salir a la superficie la cámara se sitúa detrás
de Eva, con un plano inclinado, un plano Holandes. Antón entra al espacio donde
se encuentra la piscina, pero no lo vemos a él, sino a unas enormes sombras que
marcan su presencia, y aturden a Eva, que piensa que Antón la espía. A través
de la posición de la cámara el director anuncia, un hecho que saca al
espectador de la línea tranquila que se venía trabajando con los planos bajo el
agua.
El uso de estos desencuadres aparecerá más de una vez en la película, y
como dijimos, acompañado de sombras fuertes, del color, de la escenografía,
reforzará la influencia del expresionismo alemán, y de la estética general de
la película.
Devolviéndonos al tema del color, este sirve para hacer referencia
a los sueños de los personajes. Como se menciona anteriormente, la película
está dividida en escenas, donde un solo color, es el que prima, pero en el caso
de los sueños, éstos son los únicos momentos en los que los personajes ven en
varios colores. Los valores de realidad y sueño se invierten y Antón y Eva
podrán ver a través del tacto lo que sueña el otro mientras duerme.
Otro elemento
importante es el sonido. La música aparece muy pocas veces y los diálogos son
contados. Sin embargo el sonido es importante ya que jugará un papel
significativo para el padre de Antón que es ciego y para Antón mismo quien
tiene calculado los sonidos propios de un balneario, que aunque está casi
siempre vacío, debe aparentar la vida y cotidianidad de un balneario
convencional. Es así como la presencia del sonido y del color aparecen
paradójicamente como conexión a la ausencia.
Como última
instancia el director de la película hace una especie de burla o de crítica a
la tecnología y a cómo los desarrollos técnicos tienden a ser más pomposos y
ruidosos que funcionales. A veces pensamos que el desarrollo está asociado a lo
sofisticado, a lo grande, al concreto y a las construcciones y el director nos
muestra, a manera de broma que muchos de estos avances son solo simples
complicaciones de las funciones que el ser humano puede cumplir.
Si el lector
quiere ver un acercamiento a una forma particular de la manera como se sueña,
como se vive, como se siente, este es una invitación a que lo haga a través de
esta de esta película que por medio de diferentes recursos e intertextos crea
un diálogo con el espectador. Lo remite a los sueños, lo asocia a diferentes
tendencias del arte, lo invita a pensar en el mundo en el que vive mostrándole
uno que es precisamente igual, pero que tiene ciertos elementos que los
personajes entenderán como innecesarios y que el espectador podrá interpretar
de mil maneras.
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1. Eco, Umberto. Historia de la fealdad. Lumen, 2007
2. Sontag, Susan. “Notas sobre lo ‘camp’” en Contra la interpretación y otros ensayos. Barcelona,Seix Barral, 1984
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